En Timisoara descanso un par de días para continuar la travesía. Inicio en la zona sur del país rumano en el que cruzaré lo más rural. Es momento de apretar los dientes y continuar.
Martes, 17 de Agosto a 21 de Agosto
En Timisoara conozco a Niki, un buen hombre que me acerca a Drobeta-Severin, la zona sur en líneas generales llana. Él habla español perfectamente y me cuenta muchas cosas sobre su país, ¡Hemos pasado muy buenos momentos!
La parte montañosa que atravesamos en coche es probablemente la más bonita, incluso hacemos un poco de «turismo» en el pueblo Băile Herculane. Una representación del país en su intento de reformarse: mucho potencial pero poco aprovechado. Este pequeño pueblo tiene unas termas que fueron usadas años atrás por la aristocracia astro-húngara.
Hoy es un chiringuito que me recuerda mas a Benidorm, con edificios en ruinas tapados por lonas que también están en ruina.
Ese contraste es habitual en todos los pueblos que voy cruzando, desde casas que están lejos de estar terminadas pero habitadas, hasta casas que reclaman la atención de quien lo ve. Casas más que para vivir, parece que son para demostrar como viven.
En este sentido, no es oro todo lo que reluce. La inseguridad que siento en el país me obliga a tener que replantearme la acampada libre. Los pueblos no son seguros, es mejor idea dormir bajo techo y estar tranquila.
Es el tramo final del viaje y estoy empujando cada día lo que el escenario me obliga. No hay alojamientos a veces entre pueblos o ciudades que entre ellas pueden llegar a tener 90km de distancia.
Es lo que empiezo a llamar el Wild Wild East. El nivel de vida es muy bajo, apenas hay tiendas ni nada más allá que las casas de sus habitantes. Con 20 lei (la moneda local) que al cambio son unos 5 euros, puedes llenar la bolsa de la compra sin problema y muy golosamente.
Desde la humildad de mi opinión, pero desde la opinión de alguien que ha sangrado en el lugar, quiero contaros que Rumanía al final es un país que está en garras de las necesidades económicas y sociales.
Y eso que es la mejor versión de los países del este, cualquier otra opción es mucho más dura. Aquí empieza el mundo real en el que viven millones de personas. Lugares donde lo normal lo dejamos atrás hace décadas en la zona más pudiente Europea.
Me da vértigo el pensar en lo complicado de la sociedad, pero más pena me da ver quienes pagan por ello: los de siempre.

Entre pueblos, es habitual ver carros con personas de un lado a otro. El detalle de que hay postes de luz, pero no hay cables (y también lamentablemente es muy habitual).
Aquí he pasado miedo de verdad y mi visión feliz de la vida viajera se ha difuminado, ahora solo puedo mirar por mi bienestar y por el amor que me puedo dar. Estoy aquí, en el lugar que elegí estar y solo quiero continuar. Ahora sé que mi soledad me hace vulnerable y que los miedos a veces se cumplen. La vida me ha obligado a ser fuerte. Todo sería más fácil si no saliese de mi casa y me privara de mi derecho legítimo de evolucionar como persona, pero no será el caso.
Dentro de estas reflexiones me gustaría contaros una historia, simplemente una historia, sin moraleja: es lo que es.
Un hombre de allí, en un vago inglés me contó una conclusión sobre todo lo que había visto durante su vida. «Las experiencias no son ni buenas ni malas, simplemente son. Lo importante será lo que hagas con ello«.
Y así es la vida, un cúmulo de experiencias. Cuando te vienen de golpe te hace luchar o huir. Y esto puede pasarte en cualquier contexto de tu existencia. ¿Qué he aprendido con esto? Que en las malas he decidido luchar. De lo malo me llevo lo mejor, una experiencia vital más.
Parafraseando al grupo SFDK (hiphop, España): sé que no tengo miedo a vivir.
Intentando sacar la mejor cara del lugar, por que ni el río Danubio está cerca ni las carreteras o lugares aportan nada, tengo la fortuna de unirme en la misma dirección a Erocita Álvarez, maravillosa persona, una total inspiración y una fortuna cruzar nuestros caminos.
A sus 57 años pedalea sola por Europa durante meses, espero llegar igual de bien a su edad. Compartimos sensaciones y sin duda las sensaciones son similares.
El giro de 180° es absoluto. Algo que aprendí hace años es que no existe ni viaje ni vida en solitario. Formamos parte de una sociedad que de una manera u otra colabora entre sí y cuando más lo necesitas, alguien te da un empujón.
El día que la conocí pensaba pedalear más, pero ella encontró una pensión cercana y decidí quedarme a dormir junto a ella. Ahora estaba dentro de una de esas casas que llaman tanto la atención, a la que no le faltaba de nada, incluso servicio de limpieza.
Claramente esa casa venía de la riqueza creada fuera de su país, pero en la arquitectura y la mano de obra asomaba la realidad. Los acabados del hogar, la fontanería, en fin, todos los pequeños detalles dejaban claro que el estándar de calidad era otro, pese a ser una casa de dos plantas y un terreno exterior que incluso tenía su propia capilla.
En una decisión común silenciosa, pero pensada a gritos, consideramos que es buen momento de finalizar el viaje y que vamos a agilizar la llegada a la capital Bucarest.
Si cruzar la zona de las vías principales era un páramo, pasar entre pequeños pueblos pasa a ser aún más complicado. Tengo claro que sí hubiera estado sola, no hubiera pasado por ahí y de hacerlo, hubiera volado.
En esta escala de grises, conocemos a una familia que ante la imposibilidad de encontrar un hostal, apartamento, loquesea, les preguntamos si podemos acampar en su jardín.
Afortunadamente asienten y nos hacen formar parte de su familia durante un día. Gente que tiene muy poco nos compartió lo que tenían, estaban orgullosos de tenernos ahí. Gracias a su nieta Marya que nos hacía de traductora, intercambiamos nuestras reflexiones y curiosidades.
Esta familia es el estándar en la mayoría del país rural: sin saneamiento, con un grifo para toda la finca, sin ducha, con un WC que es un pozo ciego, etc. La mujer más mayor nos enseña la casa por dentro con una sonrisa que iluminaba su cara y entiendo el por qué, es lo único que tienen. Una casa humilde que cuidan al máximo y que probablemente les ha costado una vida.
Se sienten avergonzados por no poder ofrecernos una ducha pero a nosotras no nos importa. Mezclamos agua fría y caliente en sus palanganas y es la mejor de las duchas. Todo lo que comparten con nosotras nos sabe a oro. Siempre agradecidas.
Domingo, 22 de Agosto a 24 de Agosto (fin del viaje)
Nos toca llegar a la capital y en una odisea de trenes y horarios, conseguimos llegar, agotadas. En el poco tiempo que tenemos para descansar conocemos la ciudad mínimamente y es que Bucarest con 1.8 millones de habitantes tiene mucho que ver seguro.
Ahora nuestros caminos se separan, estoy volando a España mientras escribo esto. Y ella está tratando de volver a su ciudad. Gracias de corazón por estos días Erocita, te mereces todo lo bueno que te pase en la vida ❤️
Estoy mental y físicamente agotada. No he descansado prácticamente nada en estos 22 días. Ha sido el viaje que más me ha exigido y que me sigue preparando para el gran viaje que quizá algún día haga.
Quien sabe, la vida da muchas vueltas. Agradecida por estar aquí y agradecida por poder seguir evolucionando como persona.
Mulțumesc.

Uno de los transportes entre pueblos de la zona sur rumana. De los trenes más regionales que tienen.
Ya solo falta ir publicando poco a poco todo lo que he ido grabando. ¡Ya lo comenté en otra ocasión, me muero de ganas de hacer los vídeos! En la próxima publicación hablaré sobre la tecnología, que tengo mucho que contar al respecto, tanto bueno como malo…
Eres fantástica me alucina lo q haces te seguiré en tus próximas aventuras un poquito de mi a estado con tigo muchas gracias
Gracias Yulia por hacernos partícipes de tu aventura. Hemos disfrutado muchísimo leyendo cada entrada de tu blog ????
#SaludyPedales