Es la primera vez en mi vida que el cambio de una frontera supone un cambio tan grande en un viaje como este. La cómoda Europa cambia a una versión más complicada. Aquí explota la burbuja en la que he vivido hasta ahora.

Miércoles, 11 de Agosto a Viernes, 13 de Agosto

Algo que dí muchas vueltas a este viaje era el destino. Tenía claro que iba a encontrarme un mundo distinto, pero no tanto, al fin y al cabo estamos en Europa. No solo el calor es noticia estos días.

Mi primer contacto sucede en el Triplex, el monolito que representa el punto común de la triple frontera de Hungría, Serbia y Rumanía. Iba como una humilde viajera con inocente ilusión, pero en la propia frontera húngara, donde me piden el DNI para acceder a verlo, me alertan de la seguridad extrema para evitar ataques terroristas.

Triplex, foto hecha con cierto cuidado ya que a la policía de la frontera no le hacía mucha gracia

La siguiente imagen son varios emigrantes que intentan cruzar a Serbia desde Rumanía y por lo que hablo con la agente, es el pan de cada día. Esta es mi bienvenida a este país. La situación en esa zona es muy tensa y me obliga a pedalear al máximo para alejarme de la frontera. Recuerdo que Mark en Budapest me alertó de la tensa situación entre Hungría y Serbia en su crisis humanitaria.

A partir de aquí, las cosas cambian drásticamente. Como digo, soy una inocente viajera pero este modo de viajar, te implica y te salpica al máximo, lo que hay en la calles es lo que tu vas a vivir 24/7. No hay burbujas donde ocultarte para que la vida que sucede a tu lado no te afecte.

El aspecto del primer pueblo tras cruzar la frontera, es como de varias décadas hacia atrás de diferencia y están a pocos kilómetros de distancia. Sus hogares me recuerdan a antiguos pueblos españoles donde se despoblaron y así se quedaron, pero habitados. Sus gentes hacen vida fuera de las casas, sentados en los bancos y sillas, mientras los gritos de los niños jugando es la melodía habitual.

Los paisajes no destacan por su belleza, son grandes campos y grandes rectas de asfalto. Lo bonito estará cerca de las montañas, de eso no me cabe duda.

La vida animal aquí es mucho más latente

Tuve mucha suerte de sacar esta foto

Los ladridos de los perros callejeros me alertan, sobretodo me sorprende la cantidad de ellos que hay. Perros que vagan de un pueblo a otro por comida. El estado de la calzada de las calles que conectan con la vía principal, es habitual que sea de tierra. Las carreteras principales no tienen arcén, eso me obliga a que cada coche que me adelanta, me esquive. Pero ellos no entienden muy bien la distancia de seguridad o reducir la velocidad.

Me miran como si fuera un extraterrestre, nunca me habían mirado así. Saben que no soy de aquí por motivos obvios, pero lo que saben es que no soy de ningún país cercano de aquí. Mi piel y mi color de pelo gritan a los cuatro vientos que del este no soy.

Reconozco que he acampado nerviosa, el aspecto en general es mucho más complicado.

En uno de los pueblos paro a lavar la ropa. Algunas mujeres se me acercaban y me hablan y me hablan. Trato de hacerlas entender que no entendía nada, pero insistían. En sus ojos veo la sorpresa, la curiosidad. Una en concreto se me acercó a un palmo y me señalaba mi cadena de plata. En estos pequeños pueblos la gente en general es muy pobre, supongo que todo esto les llame la atención.

También es de las primeras veces que insisto en que «no entiendo nada» con clara mímica, y siguen hablando. Casualmente suele pasar con las personas que deben venir de núcleos con más dificultad económica y educacional.

Es muy probable que sea de las primeras personas cicloturistas que han visto en mucho tiempo. En otra ocasión paro para comer en unas mesas con un pequeño techo y para mi sorpresa, vino una persona responsable del local (que no tenía nada claro qué era eso, la verdad). Usando Google Translate la expliqué qué estaba haciendo, gratamente sorprendida me invita a comer allí con ellas, pero de una pizza que ellas hacen y que me empaca para que me lleve. Por supuesto que estoy super agradecida por su hospitalidad, esto está compensando las sensaciones tan agrias que estoy recibiendo por otros lados.

Aproveché para poner las cosas al fresco, en estos días calurosos.

Sábado, 14 de Agosto

La plaza principal de la ciudad

La parte más bonita es que conozco Timisoara, una ciudad que tenía ganas de conocer, con sus grandes y coloridas plazas me siento más en sintonía conmigo. Aprovecho a comprar un segundo disco duro para tener copias en paralelo de todo lo que estoy grabando, y hago las copias mientras como en el río Begej.

Es un buen momento para descansar unos días por aquí. Estos días han sido breves pero intensos.

Catedral metropolitana

Carreteras muy secundarias que por fortuna, algunas estaban bien y sin tráfico, pero son la excepción.

El sol cayendo, esto podría ser un campo cualquiera de Castilla (la que ya he nombrado varias veces).

 

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