Martes, 6 de agosto
Algo que ayuda a despertar son las sorpresas. También amo la música de George Kollias. Cerca de donde acampé fui a un hipermercado «Migros» para comprar las cositas diarias. Cuando veo el precio del pan, le pregunto a una señora de al lado si el precio está expresado en Francos y «sí, sí». Básicamente 2.50€ al cambio una barra de pan. Por fortuna Lidl o Aldi mantienen los precios de una forma más asequible.
Subo dirección San Bernardino, consigo avanzar con facilidad lo que es el inicio del puerto, hasta llegar a Mesocco. Y ahí es donde aparece la lluvia.
Al principio en realidad, una lluvia refrescante, suave, de verano. Estoy sudando un montón y eso, junto a los manantiales que sacan el agua fresca, es un alivio.
Más tarde se a empezado a complicar y ya la parada me obliga a buscar refugio. Le pregunto a una mujer si sabe de algún lugar donde poner la tienda más o menos protegida, pero no sabe, lo que si sabe es con quién debo de hablar: Mariela. Ella me pone en contacto con Moritz, un hombre de familia que me busca un lugar sin cesar.
Me propone pasar la noche en la estación de tren antigua del pueblo, lo que ahora es un almacén. ¡Para mí es un palacio!
Miércoles, 7 de agosto
El tiempo sigue complicado, al día siguiente lo mejor es esperar a que pasen las tormentas. Me invita a comer con su familia y allí conozco a todos (¡incluidos a sus adorables animales!). Disfruto de un día de charlas, de buena comida y compañía. De conocer a sus gentes, su forma de vivir y entender cómo funciona este país. ¡Un millón de gracias por todo!
Jueves, 8 de agosto
Con las pilas recargadas gracias a la hospitalidad que me han dado, despierto con un objetivo claro: debo al menos subir hasta el pueblo de San Bernardino. Después del pueblo está el paso final del puerto.
24km me faltan para llegar arriba del todo. Piano piano como dicen aquí. Cuanto más subo, mas alucino con las vistas. Este lugar es exageradamente impresionante y el puerto, mucho más suave de lo esperado.
Con cierta facilidad llego al pueblo para comer, así que le queda todo el día para terminar el paso final. Con la calma hago mil fotos, grabo algún vídeo y… Ya estoy arriba, voitlá!
La mejor parte comienza ahora… ¡A dejarme caer! Desde arriba el des bivel durante muchos muchos kilómetros es en negativo y mis piernas lo agradecen. Me dejo llevar unos 40km (casi sin querer, cuestas infinitas) entre los profundos y preciosos valles hasta llegar a Thusis, donde acampo hoy, con toda la tranquilidad.
¡Más fotos en la galería de Google Photos!
Vaya pasote de paisajes e historias. ¡Ganas dan de hacerse cicloturista!
Mola mil el cañón. Seguro que los vecinos no se atreven a meterse con el dueño.
Me encantan los paisajes.
Ánimo Yulia, ya te queda poco, preciosas fotografías, es un festival de paisaje y naturaleza.
Nos vemos a la vuelta.